Siento que me muero cuando os veo juntos

Anoche soñé que llegaba su día. El día en que él y ella se besaban. El día en que lo que sentían vencía a la vergüenza que llevaban arrastrando tantos meses. Yo lo veía con mis propios ojos, y mi reacción eran lágrimas.
Lágrimas de dolor, de tristeza, de coraje, de envidia, de celos, de rabia.

Ni él, ni mucho menos ella, se imaginan lo que siento yo. Si ella lo hubiera sabido, a lo mejor no se hubiera metido en medio sin saber. No en medio, porque ya no había nada, pero se hubiera quedado quietecita, mostrando sus ñoñerías en otra parte. Tan solo a lo mejor, porque también es posible que le hubiera dado igual. Muy muy posible. Puesto que ya sabía mucho y le importó poco.

Sinceramente, yo no me creo nada. Dudo que sienta la mitad de lo que dice. Pero los caprichitos son habituales en gente así. Ni siquiera saben diferenciarlo de lo que en verdad es un sentimiento real. Claro, están acostumbrados a tener todo lo que quieren, y todos a quien quieren bailándoles el agua. ¿Pero qué pasa cuando aparece quién deja de hacerlo? Nace el capricho.

En fín, podría decir mil cosas, y todas iguales. Cuando se quiere así a alguien, cuando se siente de verdad, cuando realmente se sabe lo que se quiere y a quién y lo deseas más que al mismo aire, entonces, y solo entonces, se puede afirmar con rotundidad que se ama.

Pueden atraerte muchísimas personas. Pero, sentir... eso es otra cosa.
Y lo único que siento yo es un dolor inmenso, que me mata, que no es mas que arrepentimiento.

Me arrepiento de cada beso que no dí cuando sabía que que se esperaba, me arrepiento de cada caricia, de cada palabra, de cada momento que dejé pasar de largo por la PUTA y MIL VECES PUTA VERGÜENZA. Cómo te odio vergüenza... ¡cómo!


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